Las especies representantes de la flora de ribera se diferencian, en su mayoría, por unas características propias: 

► Son plantas adaptadas a las continuas avenidas estacionales, por ello sus raíces pueden pasar la mayor parte del año parcialmente sumergidas en un sustrato con gran cantidad de agua (anaerobiosis).

► Poseen gran capacidad de rebrote, (reproducción vegetativa); a partir de ramas partidas, estaquillas y demás fragmentos de la planta que el río puede transportar en alguna avenida. Esto se puede comprobar en ramas de álamos o raíces de tarajes, que, tras ser transportadas por el río, acaban anclándose en las orillas generando un nuevo individuo. Por ello la mayoría de los ejemplares que encontramos con este origen presentan una cierta inclinación sobre el cauce fluvial. A veces, estaquillas cuyo fin es soportar el peso de las cañas de los pescadores, enraízan en el lodo de la orilla.

► Los árboles de ribera tienen carácter caducifolio; es decir, cuando llega el invierno pierden temporalmente sus hojas y la planta queda desnuda hasta la primavera, cuando las yemas durmientes generaran el nuevo follaje.

► La tasa de crecimiento es elevada debido al cauce fluvial y al elevado nivel freático, que van a propocionar una constante humedad; por lo que un recurso fundamental para la planta, como es el agua, va a estar siempre disponible. Sin embargo, la longevidad de estas plantas es baja; existiendo una continua regeneración, típica del bosque de ribera.

Hemos dividido la vegetación en tres estratos:

Estrato arbóreoEn este estrato destacan el álamo blanco, el álamo negro, el sauce blanco y el olmo.

Estrato arbustivo: Este estrato se haya bien representado por el taraje, la mimbrera, la adelfa, la zarzamora y el rosal bravío.

Estrato herbáceo: En este estrato se han incluido plantas anuales y bianuales. Se hayan localizadas en el sotobosque, al amparo de la arboleda como es el caso del aro, (o jaro); o en las proximidades del agua (vegetación parcialmente sumergida); como el junco, la enea, el carrizo…