Aunque la primera vez que exponga el pintor D. Miguel Cachinero Muñoz sea en la Exposición de Pintores Villarrenses de 1981 – una iniciativa del pintor D. Pedro Bueno Villarejo, (1910 – 1993), en la que la obra de Cachinero se mostrará junto a la de D. Manuel Luna Alonso, (nacido en 1933), D. Juan de Dios Domínguez Ramos, (1942 – 2015), D. Antonio Córdoba Fernández, D. Juan Ruano, (1924 – 2004), D. Jaime Cabrera y D. Manuel Tirado Fernández – no será hasta 1985 cuando contemos con un texto dedicado exclusivamente al pintor, en este caso con motivo de la exposición en Círculo de la Amistad, de Córdoba. D. Carlos Clémentson dirá de él que …Hace destacar tanto su afirmada vocación como sus válidas cualidades, tanto su voluntad de conciencia artística como su evidente capacidad expresiva.
De 1988 data el primer texto por parte del crítico de arte D. Francisco Zueras Torrens, (1918 – 1992), y D. Rafael Muñoz Moreno hará lo propio en Revista de Feria de Villa del Río del año 1994 – que ilustrará su portada con Cálido otoño, (1993) -, aunque ya existieran por su parte algunas referencias en Diario Córdoba con fecha de 1985. Posteriormente, D. Bartolomé Delgado Cerrillo, (nacido en 1958), describirá la actividad de D. Miguel Cachinero como la práctica de un arte bifocal donde el primer enfoque lo encontramos en unos bodegones con detalles minuciosos y, en el segundo, unos paisajes impresionistas en los que la sensación de conjunto domina sobre el detalle. Describirá su hacer como plagado de dualidades entre interiores y exteriores, iluminación y luminosidad, objetividad y subjetividad, narración y poesía. Señala también que su pincel es una pluma que convierte en poesía todo aquello que atraviesa su retina.
D. Eleuterio Calleja Marchal, quien presidente de la Asociación Cultural Pintor Pedro Bueno. Paleta Azul, posteriormente, pondrá de relieve la relación del pintor con su maestro: …Pedro Bueno nos decía en cierta ocasión refiriéndose a la pintura de Miguel: este chico promete, y no se equivocó su trabajo y sensibilidad a la hora de plasmar en el lienzo sus paisajes y naturalezas muertas así lo demuestran. Su paleta posee el secreto final de la armonía. Sinfonía acabada de rosas y grises.
También D. Jesús Morales Molina, (Concejal de Cultura en esos momentos) y D. Francisco Javier Luna Mantas, (Licenciado en Historia y también Concejal de Cultura), reflejarían sus impresiones en el catálogo de la exposición conmemorativa del nacimiento de D. Pedro Bueno Villarejo en 2010, que D. Miguel Cachinero llevaría a cabo junto a Dª. Beatriz Recuero Izquierdo, (nacida en Madrid en 1978), titulada Verano del 79.
D. Francisco Recuero Delgado, (nacido en Madrid en 1950), dirá de él, ya en 2017, que es Caminante y poeta del color que capta las formas que le rodean y nos lo dice con su fino estilo cordobés, con su pensamiento que a la vez dirige sus pinceladas hacia una prosa íntima de color.
Entre los documentos recuperados sobre la actividad artística de nuestro pintor, contamos con numerosos artículos de prensa local, comarcal y provincial, cuya horquilla cronológica abarca desde 1981 hasta la actualidad, debido a su actividad expositiva, pero también a la organizativa, en las sucesivas Muestras Bienales de Arte de Villa del Río que vienen desarrollándose desde 2003 – proyecto del que fuera precursor junto a otras personalidades de la localidad -. Entre estas notas en prensa podemos destacar las dedicadas a su exposición Veinticinco años de color, que celebrándose en el año 2006 viene a conmemorar 25 años de trayectoria expositiva, – que no pictórica -.
La mayor parte de la información que aquí aportamos, como viene siendo habitual, nos la ofrece el propio artista a través de varios encuentros y conversaciones, teniendo lugar uno de ellos en su casa familiar – donde vive con su esposa Dª. María Luisa con quien ha tenido dos hijos, D. Antonio Jesús y D. Miguel – y su propio estudio, una habitación rebosante de óleos de distintos formatos, donde ha pasado gran parte de su vida – lo que su trabajo y resto de obligaciones le han permitido – cumpliendo con un hábito diario del que no puede prescindir y del que su fiel mascota, un perrito que siempre busca su compañía, ha sido testigo a lo largo de los años.
De las paredes de su casa cuelgan obras de D. Pedro Bueno Villarejo, D. Khaled Abdul – Wahab, (1911 – 1997), D. Blas Moyano Rosauro, (1913 – 2001), Dª. Beppo Abdul Wahab, (1899 – 1889), Dª. Araceli Alarcón Morales, (nacida en 1949), D. Francisco Recuero Delgado, D. Juan de Dios Domínguez Ramos, D. Enrique Sánchez Collado, (nacido en 1974), D. Miguel Pérez Moreno, (nacido en 1947), y D. Antonio Solórzano Lara, entre otros, y nos insiste en que cada cuadro esconde detrás su propia historia.
D. Miguel Cachinero nos ha transmitido la necesidad de sentirse arropado por sus pinturas, hasta el punto de haber llegado a experimentar un gran vacío cuando por alguna razón ha tenido
que retirarlas de su lugar o cuando volvía de alguna exposición en las que, paradójicamente, había tenido la alegría del éxito con su venta. Con todo, siente cierto desagrado al desprenderse de ellas, ya que las considera una pequeña parte de su intimidad más profunda.
Cerca de su caballete de trabajo se dispone una silla con varios cuadros apilados. Es un modo de organizarse que heredó de D. Pedro Bueno, con quien compartió conversaciones y confidencias muchas temporadas de verano desde sus 16 años, y de quien también adquirió algunos otros hábitos, además de conocimientos. De él conserva, además, varios regalos; un libro sobre la teoría del color, uno de los caballetes del maestro – que curiosamente es el mismo modelo que el que D. Amedeo Modigliani, (1884 – 1920), regaló a Abdul Wahab y hoy es propiedad del Ayuntamiento de Villa del Río -, uno de sus pinceles, (con el que firma siempre sus propias obras), y varios cuadros.
En el lugar exacto y junto a la ventana se dispone una composición de objetos para pintar al natural; en este caso, unas frutas en cerámica, un sifón, una tetera estampada y un mantel blanco y liso.
Hemos podido localizar, además, algunas fotografías personales de juventud y madurez del artista, así como algunas relacionadas con su actividad expositiva o su participación y colaboración en otro tipo de eventos culturales, festivos y tradicionales de Villa del Río. Por su gran amabilidad y colaboración debemos transmitir a D. Miguel nuestro sincero agradecimiento.
D Miguel Cachinero Muñoz nace un 8 de junio de 1952 y crecerá entre la calle de la Estrella – donde se ubicaba la casa familiar – y la de sus tíos Dª. Antonia y D. Cristóbal, que vivían en la calle Nueva, en la vivienda colindante con la casa natal del célebre locutor D. Matías Prats Cañete, (1913 – 2004). A la edad de cinco o seis años, su familia se traslada a la calle Pedro Bueno. Un nombre sugerente, cuando menos, que despierta su curiosidad y le hace preguntar a los mayores de su entorno.
En esa época, sobre 1958, D. Pedro Bueno era un pintor joven, pero con una leyenda detrás, la de haberse escapado de casa en varias ocasiones para conseguir dedicarse profesionalmente a la pintura, y también una gran trayectoria de méritos y reconocimientos. Aumentaría su curiosidad y se sucederían las coincidencias, hasta que el joven Miguel viera un día, en casa de sus tíos – en la habitación donde D. Cristóbal tendría el taller de reparación de calzado – un cuadro suyo debajo de algunos objetos, en el que aparecía representado un niño sentado con las piernas cruzadas.
D. Miguel estudia en el Colegio Divina Pastora hasta los 12 años. Destaca a sus profesoras madre Teresita y a madre Corazón, cómo ésta daba clases particulares de dibujo a otros cursos y cómo él, con siete años, intentaba estar presente para observar, o casi espiar, y lograr aprender a mezclar los pigmentos. Cuenta cómo al llegar a casa se fabricaba sus propias acuarelas machacando las puntas de los lápices de colores y diluyéndolas en agua. Con una pluma que cogía del palomar simulaba los pinceles, y hasta sábanas usó para intentar fabricarse el lienzo.
Recuerda estar siempre pintando, incluso cuando jugaba al fútbol de portero, que se entretenía dibujando con un palito en la tierra en vez de atender al juego.
Haciendo memoria sobre sus primeros contactos e impresiones con obras artísticas, destaca un viaje a Córdoba con las monjas del colegio cuando tenía 9 años. Estando de visita en el Museo Julio Romero de Torres recibirá una gran impresión y no olvidará el profundo sentimiento que le causó Mira qué bonita era – obra con la que el artista se dará a conocer oficialmente en la Exposición Nacional de 1895 y con la que obtendrá Mención Honorífica – hasta el punto de emplear el dinero que llevaba para el bocadillo en comprar varias postales con la imagen de esa obra.
Tampoco pasan desapercibidos para él los estímulos recibidos en la casa familiar de su paisano el pintor D. Ángel Cabrera Polo, (nacido en 1941) – once años mayor que él -, donde entraba con diez o doce años al grito de ¡Fabiana que voy a ver los cuadros!, como tanta gente, y se perdía entre los salones de la casa que podría ser, en aquellos momentos, casi como el museo local.
D. Miguel cursará después primero de Bachiller, aunque luego optaría por dejar los estudios y comenzar a trabajar en la Hermandad de Labradores por la mañana y alternando con clases en la academia – de Paquita – por las tardes, donde se formaría en el ámbito de administración y contabilidad, para empezar, con 15 años, en la empresa de aceites donde ha continuado hasta hoy.
Será precisamente con 15 o 16 años cuando un buen día ve llegar a D. Pedro Bueno a la fábrica donde trabajaba para hablar con el que fuera su jefe. Tenían una estrecha relación y algunos encargos pendientes. D. Miguel lo reconoció de inmediato y le causó gran impresión ese primer contacto y el interés que el artista mostraba hacia lo que él hacía.
Sin embargo, sería D. Juan de Dios Domínguez Ramos quien lo invitara poco después a la casa de Bueno. Allí tendría la oportunidad de ver pintar a ambos, aunque no tendría atención más que para quien sería para él algo así como un ídolo. Pudo verlo pintar como de costumbre, con música clásica de fondo e incluso pelearse con el cuadro durante el proceso.
D. Pedro imponía, sin duda. Incluso los amigos de Miguel le pedían a él que recuperara las pelotas de juego que se caían en su huerta porque no tenía fama de tener muy buen carácter. Sin embargo, él confiesa haber recibido siempre por su parte gestos de generosidad y complicidad, consejos y recomendaciones, incluso sobre los criterios adecuados a la hora de valorar económicamente su obra, por lo que siempre pensó que el carácter agrio con que a veces trataba a quien lo interrumpía en casa – que no eran pocos ni en pocas ocasiones – no era más que la coraza de un hombre tímido y sensible.
Será gracias a sus numerosas recomendaciones sobre dibujo, coloración, composición, por lo que D. Miguel, ya desde el primer verano, experimentó un cambio radical en su pintura, pareciéndose sus primeras creaciones a las del maestro, sobre todo los bodegones y los retratos. Pronto le aconsejaría, sin embargo, que en cuanto dominara los conceptos básicos se empeñara en ser él mismo, en pintar para él, a su gusto y manera. Porque tú pintarás, le decía. Son palabras que a nuestro pintor se le quedarían grabadas a fuego y lo alentarían en el futuro.
Una vez acabado su servicio militar en Ceuta en 1976, donde permanecerá durante un año y medio, D. Miguel Cachinero volvía a su pueblo, en un momento en que la figura de su maestro estaba en pleno apogeo de éxito. En una de sus visitas, con la cautela de costumbre para elegir un horario respetuoso que no enturbiara el ritmo de su trabajo, cuenta que D. Pedro abrió la puerta y casi antes de articular palabra le pidió que sostuviera una de sus obras, Tórtolas, un bodegón al óleo que él mismo había visto pintar, para acabar regalándoselo.
D. Miguel agradecía la atención que siempre mostraba, con él y con sus creaciones; y que el maestro le enseñara y explicara las obras en las que había estado trabajando desde la última vez que se vieron y que, de vez en cuando, le regalara algún dibujo, e incluso le animara a pintar al aire libre.
Poco tiempo después, en 1979, D. Francisco Recuero acompañará a D. Miguel Cachinero a casa de D. Pedro Bueno muy temprano para dibujar y pintar juntos en su huerta. Al despertarse D. Pedro, vio la obra de Cachinero y se quiso quedar con ella, y cuando ve que éste rechaza el pago, Bueno decide hacer un intercambio de pintor a pintor, le dijo; algo que le hará ruborizarse y no caber en sí al llegar a casa. La relación y el contacto con D. Pedro permanecería hasta su muerte.
La actividad pictórica de nuestro pintor no ha cesado nunca. Incluso en su tiempo libre, cuando viaja, elige destinos con grandes pinacotecas y preciosas ciudades, las de Francia, Holanda o Italia; para deleitarse, aprender y seguir creando su propio código de imágenes. O cuando pasea por las calles del pueblo, que no olvida llevar la cámara de fotos para fijar el lugar exacto en el que ha sentido una determinada emoción y poder trasladarla después al lienzo.
Las puestas de sol de Villa del Río no las ha visto en ningún otro lugar y, aunque la arboleda no permite divisar bien toda la grandeza del El Puente Romano, la ribera es otro de sus lugares elegidos. Siente que se puede estar pintando también así, porque puede hacerse de muchas maneras, aunque no se esté haciendo literalmente.
El puente romano y los caminos o los campos de los alrededores, con los paisajes de amapolas, los girasoles, el olor a alfalfa recién cortada, los colores del sol y las brumas de la mañana, los primeros verdes que repuntan, le inspiran.
Otro lugar de calma, paz e inspiración es, para él, el Santuario de la Virgen de la Estrella. Quizás esto esté relacionado con las emociones y experiencias que, por la labor que desde hace más de una década lleva desarrollando en la directiva de la Cofradía de la Virgen de la Estrella Coronada, ha vivido en ese lugar místico.
Su fecunda obra se ha mostrado públicamente a lo largo de los años en numerosas exposiciones locales, provinciales y en algunas ciudades de la península; a través, también, de la participación en concursos y certámenes. Hasta el momento nos constan las siguientes:
● Exposición colectiva de pintores villarrenses, 1981.
● I Muestra de Arte y Pintura cordobesa en Villa del Río, 1982.
● Seleccionado para el I Concurso Nacional de Pintura Pedro Bueno, 1983.
● Exposición de pintores de ASAP de Córdoba, 1984.
● Seleccionado para el II Concurso Nacional de pintura Pedro Bueno, 1985.
● Exposición individual en Galería Céspedes, Córdoba, 1985.
● Exposición itinerante por los pueblos de Córdoba con pintores de ASAP, (Asociación Sindical de Artistas Plásticos – de Córdoba -), 1985.
● Exposición colectiva al aire libre, pintores de ASAP en Córdoba, 1986.
● Exposición individual en Galería Studio52 en Córdoba, 1988.
● Exposición colectiva en la Sala de Exposiciones de la Excelentísima Diputación Provincial de Córdoba, 1989.
● Seleccionado en XXXIII Salón Nacional de pintura para pintores profesionales y noveles en Ayamonte, (Huelva), 1989.
● Exposición individual en la Sala de la Casa de la Cultura de Villa del Río, Córdoba, 1989.
● Exposición colectiva de la Excelentísima Diputación de Córdoba Homenaje al pintor Alfonso Ariza Moreno, 1990.
● Exposición colectiva Homenaje a Alfonso Ariza Moreno, La Rambla, (Córdoba), 1990.
● Exposición individual en El Corte Inglés, Sevilla – Nervión, 1990.
● Exposición inauguración Casa de la Cultura en Villanueva del Ariscal, (Sevilla), 1991.
● Exposición individual en Galería 2000 de Córdoba, 1991.
● Exposición colectiva pintores villarrenses, 1992.
● Exposición individual en Galería Can Ricart de San Feliú de Llobregat, (Barcelona), 1992.
● Seleccionado para el III Certamen Nacional de Pintura Pedro Bueno, 1993.
● Seleccionado para el VII Premio de Pintura Emilio Ollero de Jaén, 1993.
● Seleccionado para el Certamen Nacional Rafael Zabaleta, Quesada, (Jaén), 1994.
● Seleccionado para el Certamen Nacional Rafael Zabaleta, Quesada, (Jaén), 1996.
● Exposición individual en Casa de la Cultura de Villa del Río, 1999.
● Exposición colectiva de pintores pro restauración del retablo de la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella en Villa del Río, 2001.
● Seleccionado para el IV Certamen Nacional de Pintura Pedro Bueno, 2003.
● Participación en I-II-III-IV–V–VI–VII–VIII Muestra Bienal de Arte de Villa del Río, (2003 – 2017), (en homenaje, ésta última a su propia labor).
● Exposición individual de óleos en Sala de Exposiciones de Casa de las Cadenas de Villa del Río, 2006.
● Exposición individual de óleos en Sala Galería 2000 de Córdoba, 2006.
● Seleccionado para el V Certamen Nacional de Pintura Pedro Bueno, 2006.
● Exposición con D. Francisco Recuero Delgado Verano del 79 Villa del Río, 2010.
● Exposición Colectiva en Galería de Arte Studio 52 – Juan Bernier, Córdoba, marzo 2018.
● Exposición Individual en Galería de Arte Studio 52 – Juan Bernier, Córdoba, 2018.
● Exposición Colectiva Homenaje a Tomás Egea en Galería de Arte Studio 52 – Juan Bernier, Córdoba, 2018.
Además, ha colaborado con multitud de causas benéficas y proyectos culturales, cediendo sus obras siempre que se lo han requerido.
Relacionarse con otros artistas, salir con ellos al campo a pintar al natural – fundamentalmente con Recuero y alguna vez con Ramos -, compartir tertulias y espacios, impresiones y pareceres en las exposiciones colectivas o formar parte de ASAP, (Asociación Sindical de Artistas Plásticos – de Córdoba -), le ha permitido desarrollar de manera importante esa faceta paralelamente a su trabajo de administrativo. Y le ha permitido afianzarse en algo de lo que en realidad nunca ha dudado: se siente pintor antes que cualquier otra cosa.
Para el curso 2017 – 2018, con su jubilación, llega la oportunidad de impartir clases de pintura en la Escuela de Artes Plásticas, renovando para 2018 – 2019.
En su producción encontramos, de manera generalizada, la técnica tradicional del óleo sobre lienzo o sobre tabla, alguna acuarela, variedad de formatos y dimensiones y temática también diversa: retratos, desnudos, paisajes y bodegones; abundando, sobre todo, los dos últimos.
De todos los géneros que abarca, el paisaje le permite disfrutar de mayor libertad, adjudicar colores a su antojo y criterio… jugar mejor con las luces.
Describe su estilo como figurativo, pero alejado del realismo y el perfeccionismo formativo, ya que está convencido de que ser extremadamente mimético mata la obra, la vacía de personalidad.
Reconoce, sin embargo, el mérito de los hiperrealistas como D. Antonio López García, (nacido en Tomelloso, (Ciudad Real), en 1936), o realistas como D. Eduardo Naranjo Martínez, (nacido en Monesterio, (Badajoz), en 1944); aunque siempre ha sentido predilección por los pintores del Barroco español e italiano, o por el estilo de D. Francisco José de Goya y Lucientes, (1746 -1828).
Todos los paisajes le inspiran, fundamentalmente los campestres y también los cursos de agua, aquellos donde lo íntimo prevalece sobre lo grandioso. Con una pincelada libre, suelta, fuerte, atrevida, dice ir buscando el dibujo que se esconde siempre debajo, aplicando una gama de colores muy concreta. En su paleta hoy vemos el blanco, dos o tres tonos de azul, dos de amarillo, rojo, carmín, verde esmeralda y violeta, que usa sobre todo en su etapa más reciente para sustituir al negro y los marrones, que ahora tiende a evitarlos.
En el catálogo de las últimas bienales celebradas en la localidad ha descrito el arte como aquello que nos hace sentir…un bodegón armonioso, un desnudo elegante, un paisaje lleno de color y el alma del pintor se convierte en algo que, si consigue cautivar al espectador, es arte, dice. Mediante la pintura, dice, se debe ser capaz de transmitir el alma del pintor o los sentimientos que ha puesto en ese trabajo, su visión, si no, sólo puede parecer decorativo.
La pintura merece, en el fondo, tanto respeto como el respeto que en ella haya dejado el creador porque, al contrario de lo que pueda pensarse, …el arte no relaja. Con el arte se sufre. Durante el proceso hay que conseguir que la obra estimule lo suficiente para conseguir llevarla a buen término. Debe cautivarle primero a él, y eso normalmente lo consigue no repitiendo el motivo para ir marcándose nuevos retos que superar.
En los últimos tiempos se observa en el pintor una evolución, fundamentalmente en los tonos que, de un tiempo a esta parte, se han apastelado; predominando mucho más los rosas y malva; y las formas han tendido a geometrizarse, aunque sin perder su carácter figurativo y reconocible.