Sobre el artista D. Ángel Cabrera Polo existen ya algunos textos tanto de carácter biográfico como crítico. En el primero de los casos destacamos toda la información aportada por Dª. María de los Ángeles Clémentson Lope con motivo del homenaje que el Ayuntamiento de Villa del Río le tributa durante la conmemoración del día de la Constitución en diciembre de 2007, aunque no es hasta 2009 cuando se publique, en Revista de Feria de Villa del Río de ese mismo año. Este texto vuelve a rescatarse, esta vez resumidamente, en el catálogo de la VI Muestra Bienal de Arte de Villa del Río de 2013 y también con motivo del nombramiento de Hijo Predilecto de Villa del Río en la revista del año 2014. No faltarán, por tanto, multitud de referencias que quedan recogidas en publicaciones de carácter local – que abarcan desde el año 1958 hasta la actualidad -, sus propios catálogos de exposiciones y recortes de prensa – abarcando esa misma horquilla cronológica – y también reflexiones críticas sobre su obra. Entre ellas podríamos rescatar la de Dª. Camino R. Sayago contenida en la Revista de Feria del año 1993, e incluso algunos poemas dedicados de vecinos y vecinas de su pueblo natal. Esa última publicación a la que aludimos llevará en portada su obra Encaje de bolillos. Contamos, además, con una ingente cantidad de fotografías personales que ilustran cada aspecto de su itinerario personal y profesional, además de centenas de fotografías realizadas directamente a sus obras pictóricas y que nos son muy útiles para tener una idea completa de la totalidad de su producción. Toda esta documentación que, como el resto de material documental, ha quedado digitalizada y depositada en el Archivo Municipal, ha sido aportada casi en su mayoría por el propio artista, que no sólo nos ha dedicado más de cuatro horas de entrevista y numerosos encuentros para explicarnos personalmente los datos que a continuación se exponen, sino que ha tenido a bien invitarnos a su residencia en Villa del Río para documentar todo lo necesario. Su amabilidad y disponibilidad en todo momento no puede más que ser motivo de agradecimiento por nuestra parte.
D. Ángel Cabrera Polo, cuarto de los siete hijos de D. Miguel Cabrera y Dª. Fabiana Polo, nació el 11 de mayo de 1941. La familia irá fijando su residencia en distintos puntos de una misma calle a lo largo del tiempo. Se trata de una de las vías principales que atraviesa la localidad de este a oeste, la que ha fosilizado ni más ni menos que a la romana Vía Augusta a su paso por Villa del Río. Esta vía pasará a llamarse siglos después Real, adquiriendo en la época de infancia de nuestro pintor el topónimo de Calle José Antonio Primo de Rivera para terminar denominándose, en la actualidad, Calle Blas Infante. Su primera casa familiar estuvo sita en el número 5 de la citada vía, donde en la actualidad encontramos la Biblioteca Pública Municipal. Años después, se instalarán en otra vivienda que quedaría en la acera opuesta y un poco más al este. No será hasta que fallezcan sus padres cuando adquiera su actual vivienda, ya cercana al Jardín del Lirio; cuya localización seguirá constituyendo un tramo de la misma pasando a denominarse, en este caso, Calle Pablo Picasso.
D. Ángel estará siempre muy unido a su madre, de quien heredaría la habilidad y el amor por las artesanías y las manualidades siendo, con toda probabilidad, quien nutra el código de imágenes al que el pintor recurre constantemente a lo largo de toda su obra. Las composiciones hogareñas, serenas, rebosantes de limpieza y pulcritud, de telas y puntillas, de fruta lozana y objetos domésticos y cotidianos, se convertirán en una indudable clave estética en gran parte de su producción.
También de su padre reconoce D. Ángel haber recibido siempre gran apoyo y aliento, y recuerda con especial cariño la cara de satisfacción y asombro que mostró al enseñarle uno de sus primeros dibujos. Era una amazona a caballo saltando un obstáculo, detalle que copió de algún periódico y que su padre orgullosamente mostraría a sus conocidos. Desde entonces no pararía de animarlo y de ayudarle a buscar la forma de canalizar su talento. Parecía bastante claro que el pequeño Ángel sabía que era ésa la pasión que articularía su devenir. Quizás fuera la sensación de D. Miguel Cabrera frente a aquel dibujo una especie de revelación que lo animara a comprarle mejores materiales y a buscarle posibles maestros o maestras que lo orientaran en lo sucesivo. El vecindario recuerda todavía hoy cómo los padres de Ángel les invitaban a ver el museo en el que poco a poco se iba convirtiendo la casa familiar, vestida de pinturas que ya empezaban a hacer en el pueblo un ruido maravilloso.
Uno de los lugares preferidos de la casa debió ser el despacho de su padre, donde el pintor a sus primeros seis o siete años, junto a sus hermanos, su primo Rafalín y algunos amigos, se pasaba las tardes intentando reproducir las ilustraciones de las portadas de los tebeos y los cuentos que caían en sus manos, las de El Guerrero del Antifaz o las de la colección Azucena. Hoy supone el pintor que esos primeros bocetos posiblemente se conservaran en una maleta de cartón, esa que utilizaba en sus primeros viajes a Córdoba y de la que hoy no conoce el paradero. Maletas antiguas, siempre símbolos escogidos y destacados en sus obras, quizás ni siquiera con intención alguna.
D. Ángel comienza sus estudios primarios en el Colegio Divina Pastora, donde recuerda, además, haber recibido clases de música de la madre Socorro que permitieron que el día de su primera comunión pudiera dar un pequeño concierto de piano durante el desayuno que ofrecían las monjas a las familias. Contará, al igual que el resto de sus hermanas y hermanos, de manera complementaria, con un profesor particular: D. Manuel Alcalá Gámez. Ya entonces se dejaba ver el gran potencial artístico de D. Ángel, lo que anima a su padre a contactar con aquellos vecinos y vecinas que por profesión o afición manejaran los pinceles y pudieran formarlo en lo básico.
Serán dos las personas que suponen un primer soporte en la formación del pintor: D. Manuel Molina Elena, del que aprende fundamentalmente procesos prácticos más que técnicos – a cómo usar las pinturas y hacer las mezclas – y Dª. Juana Torralba, que se había especializado en la temática floral y de la que recuerda que practicaba un cierto estilo impresionista. Sin embargo, Juanita no dejaba de lado otros motivos, ya que D. Ángel conseguirá ganar un concurso local basándose en un motivo de temática taurina, cuyo original era obra suya. Cuenta cómo ella bromeaba quejándose de que debiera ser su obra la justa ganadora. Éste fue un concurso convocado por el ya entonces reconocido pintor local D. Pedro Bueno Villarejo, uno de sus artistas más admirados en aquel tiempo, y con el que tuvo ocasión de tratar también desde sus inicios.
Poder verlo trabajar en su casa allá por la primera mitad de los años 50, estando ya éste en posesión de la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de las Bellas Artes por su obra Retrato de la poetisa Dolores Catarineu, habiendo participado en la exposición Joven Escuela Madrileña junto a otras destacadas personalidades, estando de vuelta de su viaje a Reino Unido con motivo de la beca del Conde de Cartagena concedida por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y encontrándose a las puertas de obtener la Primera Medalla de la ya mencionada Exposición Nacional por su obra Retrato de la esposa del pintor Álvaro Delgado… era ya un deseo compartido por gran parte de la chavalería de posguerra y de generaciones posteriores.
Su padre consiguió que D. Pedo Bueno accediera a darle algunas clases cuando contaba con 12 años, algo que aprovechó durante unos días desplazándose allí con su bicicleta, en un tiempo en que las distancias parecían multiplicarse. Pronto llegaría, sin embargo, cierta frustración, ya que el maestro decidió facilitarle un lugar en una habitación contigua a la de su taller, aunque sin esmerarse demasiado con sus indicaciones. Terminaría abandonando, por tanto, sin haber conseguido quedarse con prácticamente ninguna influencia apreciable en su obra posterior y sin el tan deseado momento de verlo trabajar. Con todo, ya en la adultez, ambos artistas van a ir coincidiendo en algunos eventos integrándose en numerosas ocasiones en el mismo círculo de amigos. Cabrera reconoce también en la actualidad, que la obra de D. Pedro Bueno le sigue entusiasmando y destaca, por encima de todo, el tratamiento de que éste dota a las cabezas. No será, sin embargo, el único pintor con el que mantendrá contacto, ya que fueron varias las veces que acompañaría a D. Blas Moyano Rosauro en algunas de sus salidas a pintar al aire libre – normalmente cerca del Paso de las Aceñas – o las orientaciones que recibiera sobre el uso de los óleos por parte de D. Manuel Luna Alonso.
Ángel era un niño tímido. Recuerda que, al recibir un premio por el diseño del estandarte de unos misioneros en Villa del Río, le costaba articular palabra en público. Dª. María de los Ángeles Clémentson Lope añade que serían unos frailes los que organizaran el concurso y que el suyo llevaba una imagen en el centro, realizado en papel de seda y pegado con harina, la tradicional gachuela de la época. A pesar de su timidez, D. Ángel formará parte del grupo de teatro relacionado con la parroquia – que destinaba sus beneficios a las personas más desfavorecidas – y conserva numerosas fotografías de la etapa en la que continuó actuando con otros grupos durante su estancia en Sevilla, algunos años después.
Tocar la guitarra y bailar, y también la fotografía, han sido actividades con las que ha disfrutado fundamentalmente en su etapa de juventud. Nos habla de las salidas al campo con su amigo D. Lorenzo Luque, mayor que él y vecino suyo que trabajaba en Telégrafos y, cómo Lorenzo iluminaba las fotografías en blanco y negro con tintas de colores. Ángel se hizo con una cámara fotográfica propia y recuerda que sus amigas le pedían retratos a él por cómo era capaz de captar las expresiones de sus rostros. Ha conservado el gusto por la fotografía analógica hasta que sintió que empezó a costarle enfocar bien.
En 1954, con 13 años, ingresa en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos Mateo Inurria de Córdoba becado por la Diputación Provincial, donde permanecerá durante cuatro años -consiguiendo superar los dos primeros cursos en un solo año porque en origen eran cinco – alojado en casa de un amigo de la familia, D. Rafael Agudo, y logrando obtener las máximas calificaciones y numerosas matrículas de honor. A esa época pertenece Mi hermana Ana Mari y su perrita, retrato que hace a su hermana pequeña que morirá aquejada de una enfermedad a los 35 años y de la que conserva profundos recuerdos. También recibirá multitud de encargos para realizar retratos a los hijos de sus propios profesores de la Escuela. Son unos años en los que los padres de Ángel siguen alentando y enorgulleciéndose del talento de su hijo, demandándole también éstos, retratos de algunas personalidades entrañables para la familia, como es el caso de Los viejos Pepa y Pepe, unos viejecitos que siempre iban juntos a todos sitios y que su padre invitó a casa para que D. Ángel los inmortalizara.
Tal era su deseo por entrar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, que nada más acabar sus estudios en Córdoba y contando con 17 años, ya en 1958, su padre lo acompaña a la capital. Sin embargo, una vez allí se les informa de que era obligatorio haberse matriculado de las pruebas de acceso y haberlas superado para poder ingresar. Es entonces cuando deciden que, estando ya en Madrid, lo más adecuado era aprovechar ese año en la Escuela de Cerámica, cuyo director era D. Jacinto Alcántara, que había visto sus trabajos y mostró empeño en que permaneciera en su escuela con las dietas incluidas. D. Ángel compaginaría su formación en este centro – al que iría desde las ocho de la mañana a las cinco de la tarde – con la de la Escuela de Artes y Oficios de la calle Palma, cuyos estudios realizaría por la noche. Residiría entonces en la pensión de la calle San Bernardo número 43.
Apenas tenía tiempo libre, pero permanecer en Madrid seguía siendo una ocasión perfecta para seguir pintando en cualquier momento, como en sus salidas al Parque del Buen Retiro, con todas esas estatuas de las que servirse para mejorar la técnica.
Ser el más pequeño de todos sus compañeros no le supondría a D. Ángel problema alguno. En la Revista de Feria del año 1958 ya se le dedica un artículo, en el que aparece junto a uno de los retratos que realiza a sus hermanos Jaime y Ana María.
En 1959 el joven pintor opta a las pruebas de la Escuela de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, que aun no teniendo fama precisamente de ser sencillas de superar, nuestro pintor reconoce no encontrar en ellas especial dificultad. De nuevo su padre estaría atento para conseguir una carta de recomendación y, aunque agradecido, D. Ángel intentará siempre esquivar las facilidades que pudieran derivar de la generosidad de su padre para demostrar que su solo trabajo conseguía abrirle las puertas que necesitaba. Allí vivirá en la pensión de la calle Juan de la Encina. Nadie podía saber en aquel momento que muchos años después, en 2007, sería nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla por su impecable trayectoria digna de reconocimiento.
Su etapa de Sevilla coincidiría también con la milicia universitaria. Dª. María de los Ángeles Clémentson Lope concreta algo más este aspecto, apuntando que el campamento sería de dos años en verano y el tercero y último serían prácticas de cuatro meses de junio a septiembre.
También en la Revista de Feria del año 1960 se presentaba en su pueblo ya como joven promesa, apareciendo en este caso fotografiado mientras modelaba una cabeza. Asimismo, guarda el pintor grato recuerdo de algunos de los profesores que le enseñaron durante esa etapa. D. Miguel Pérez Aguilera le ayudaría a conseguir que sus dibujos anatómicos dejaran de aparentar ser de piedra para representar la humanidad de los cuerpos. No fue difícil adquirir los conceptos volumétricos dada su rapidez en el aprendizaje. De D. Juan Miguel Sánchez Fernández aprendió la técnica de la acuarela, la témpera y el pastel.
Los soportes y materiales de la mayoría de estas obras debían reutilizarse constantemente para economizar los recursos, y su producción no eran precisamente escasa. Tampoco han faltado, pese a su brillante expediente y experiencia, las contradicciones a la hora de representar otros estilos. En una ocasión, contando con 22 años, su profesor de paisaje le sugiere que emprenda un estilo diferente al figurativo que venía desarrollando hasta entonces, porque consideraba que había alcanzado la perfección en ese ámbito. Le dijo: si saber pintar supone haber alcanzado un metro, usted lo ha sobrepasado desde hace tiempo. Algo desorientado mientras forzaba la búsqueda de una alternativa para conseguir lo que le había propuesto su profesor, en una de las salidas para pintar al aire libre junto a sus compañeros – en esta ocasión junto a la orilla del río – se propuso llegar antes que nadie para ir preparando la mancha del paisaje. Entonces, vino una ráfaga de viento y su obra se cayó al agua, manchándose de barro, y quedándose emborronada tras intentar limpiarla como pudo con un trapo. Fue entonces cuando el profesor le da la enhorabuena por haber descubierto un nuevo estilo que consideraba más adecuado dentro de sus criterios. Para ello, debía incorporar, además, colores ajenos a su propia paleta como los ocres, siena, tostados y negros. No se reconocerá ni en ellos ni en lo no figurativo en aquellos momentos.
D. Ángel seguiría buscando la realidad más íntima con una paleta de blanco, amarillo, azul, bermellón, carmín y verde. Huyendo de los colores puros y la estridencia; y desarrollando un figurativismo muy construido en el que destaca un dibujo muy depurado hasta muchas décadas después.
Desde muy joven la creatividad del pintor también se ha ido reflejando en el diseño de otros objetos. En esa época participaría en la creación de una carroza para las fiestas de San Isidro Labrador en Villa del Río. El motivo central era un trono en forma de flor, que adoptaba a su vez la forma de una calesa, con unas bridas que accionaban las alas de unas mariposas de madera. No sería la última vez que el artista participara en la elaboración de carrozas y disfraces, ya que veinte años después seguiría haciéndolo junto a su familia ya en Alcobendas, llegando incluso a conseguir que la Asociación Las Brisas, a la que pertenecía, ganara el primer premio durante cinco años consecutivos en los certámenes que convocaba el ayuntamiento. D. Ángel describe esas creaciones pormenorizadamente, dando importancia al porqué de cada detalle, de cada decisión a la hora de emplear texturas, formas y colores, de cada complemento.
A principios de los años 60 será premiado en dos ocasiones por la Dirección General de Bellas Artes, en 1962 y 1964, obteniendo también una Mención de Honor en la Exposición de Jóvenes Pintores de la Escuela de Santa Isabel de Hungría en 1963.
Al finalizar sus estudios en Bellas Artes, cursaría un año de restauración y tendrá sus primeros contactos con la docencia. Serían en un colegio de monjas de Sevilla primero y en Campillos, (Málaga); después, sustituyendo a un antiguo compañero durante dos años. Una vez finalizado este periodo, D. Ángel decide viajar hasta Barcelona con su hermano Miguel y atender a un anuncio en el que se demandaban pintores. Una vez instalado allí, en una buhardilla alquilada, se percataría de la poca rentabilidad de su nueva aventura laboral, ya que se trataba de una tienda de reproducciones de obras clásicas donde, además, policromaría figuras de goma – caballitos de indios – a un precio poco justo, 25 pesetas -, aunque cuando decidió dejarlo le ofrecieran el doble. Aun así, podía haber subsistido sin problema debido a la gran cantidad de retratos que le empezaban a encargar – entre ellos algunos para el jefe de su hermano, cobrando 25.000 pesetas por retrato – aunque su madre enfermó, y prefirió volver a Villa del Río para estar cerca de ella hasta que mejorara. Aquí seguiría pintando retratos por un tiempo.
En 1967 volverá a Madrid. Contaba con 26 años. Su primera obra sería Retrato de Emilia Luque Montejano, la esposa de su paisano D. Matías Prats Cañete. Será en esos momentos cuando atienda a otro anuncio en Madrid, esta vez para trabajar como fondista en estudios de animación y publicidad, trabajo que alternaría con otras actividades docentes durante 16 años. Al poco tiempo y viendo la habilidad de D. Ángel que destacaría, además, con el uso del aerógrafo; surgirá para él la oportunidad de trasladarse a Estados Unidos con los estudios Walt Disney, algo que el artista rechaza al estar ya gestándose su proyecto familiar en España, con la que fuera su esposa a partir de 1973, Dª. María del Pilar, y con la que tendrán a sus hijos: Miguel Ángel y Lidia; poco tiempo después. Trabajó entonces para Estudios Cruz – Delgado, Filmax, Estudios Vara, Estudios Pedrosa, Estudios Moro y Estudios Castilla, ilustrando series de dibujos animados tan emblemáticas en nuestro país como El Quijote – ocasión que aprovechaba para reflejar de vez en cuando edificios de Villa del Río -, Mortadelo y Filemón, Los Picapiedra, Los Pitufos, Lucky Luke, Los Gnomos, Cantinflas, largometrajes como Katy, o documentales animados a los que D. Félix Rodríguez de la Fuente ponía voz. La mayoría se proyectaba en España, Alemania, Francia y México. Trabajó también en los anuncios publicitarios de algunas marcas comerciales como fuera el caso de un anuncio de Navidad para Fanta.
No era, ciertamente, el trabajo que siempre había deseado, pero le parecía bonito y le resultaba fácil, a pesar de la presión que suponían los plazos exigidos y la necesidad de estar siempre perfectamente coordinado con el resto de sus compañeros; ya que se trataba de un trabajo colectivo y en cadena. Con el paso del tiempo compaginará, como apuntábamos, la realización de fondos con la docencia en una escuela de Formación Profesional y también en el Colegio San Estanislao de Kostka de Madrid. Este último pertenecía a una cadena de colegios que también contaba con su propia línea editorial: Didascalia; y D. Ángel Cabrera Polo ilustrará para ella numerosas publicaciones, así como para la Editorial Bruño.
Dª. María de los Ángeles Clémentson Lope apunta que realizaría, además, las ilustraciones a tinta de un cuento alusivo a la vida de la madre fundadora para las monjas franciscanas, Beata Mª Ana Mogas Fontcuberta – a cuya figura se ha dedicado una calle en Villa del Río – recreando en él el rostro de su hermana Ana María, así como las vidrieras para uno de los colegios de Madrid.
Tiempo después y tras aprobar una oposición a Enseñanza Media, empezará a trabajar en la Escuela de Hostelería y Turismo de la Casa de Campo en Madrid hasta 1990, para después empezar a impartir clases en un instituto de bachillerato artístico en Alcobendas hasta su jubilación. Entretanto, tendrá que prescindir del trabajo de fondista para poder dedicarse a preparar su primera exposición, que sería un éxito, pero que no tendría lugar hasta 1986.
Seis años llevó a D. Ángel preparar la media centena de obras que irá presentando en distintas galerías, donde a menudo obtenía por respuesta que debía aguardar la desesperante cola de cuatro o cinco años para que su obra tuviera cabida.
No cesaron los obstáculos y no fue fácil lograr exponer antes de ese momento. Entrarían en juego la competencia de estilos, la exigencia a la hora de modificar formatos según los intereses de los compradores, la exigencia de pagar para ser promocionado – algo que nuestro pintor no estaría dispuesto a hacer – o la desaparición de ocho de sus obras, como sucediera durante su única exposición en Nueva York.
Con todo, D. Ángel Cabrera Polo cuenta en la actualidad con una extensa relación de exposiciones y premios:
● Premio Beca de Estudio, Diputación de Córdoba.
● Premiado por la Dirección General de Bellas Artes en 1962 y 1964.
● Premio de Pintura. Diputación de Córdoba.
● Segundo Premio de Pintura, Caja de Ahorros de Málaga.
● Primer Premio de Pintura. Residencia Salesiana de Sevilla.
● Primer Premio de Pintura. Concurso organizado por el S.E.U. de Bilbao.
● Premiado en la XIV Exposición de Otoño de Sevilla.
● Premio de Pintura. Ayuntamiento de Villa del Río, (Córdoba).
● Premio de Honor, Ayuntamiento de Porcuna, (Jaén).
● Premio de Pintura. Caja de ahorros de Alicante.
● Exposición en Galería de Arte Balboa, Madrid, 1986; Exposición en Sala de Arte Espí, Torrelavega, 1987.
● Exposición en Sala de Arte Monticelli. Gijón, 1987.
● Exposición en Galería Studio52, Córdoba, 1987.
● Exposición en Sala de Arte Espí, Torrelavega, 1989.
● Exposición en Arte Lancia, (León).
● Exposición en Casa de la Cultura de Villa del Río, 1990.
● Exposición en Sala de Arte Monticelli, Gijón, 1990.
● Exposición en Galería de Arte Eduma. Linares (Jaén), 1990.
● Mención Especial. Concurso Premios Ejército 1991.
● Primer Premio Nacional de Pintura del III Centenario del Milagro de la Virgen de la Paz en Alcobendas, (Madrid), 1999.
● Un segundo premio y dos primeros premios por los carteles anunciadores de las fiestas populares de Alcobendas (Madrid).
● Exposición en Galería de Arte Álvaro, (Sevilla).
● Exposición en Sala de Arte Espí, Torrelavega, 1992.
● Exposición en Centro Cultural CajaSur, Córdoba, 1992.
● Exposición en Club24, Madrid, 1992.
● Exposición en Montserrat Galery, (New York).
● Exposición en Casa de la Cultura de Villa del Río, 2001.
● Exposición en Góngora Arte, Córdoba, 2002.
● Exposición Homenaje en Villa del Río, 2007.
● II-III-IV-V-VI y VIII Muestra Bienal de Arte de Villa del Río, 2005 – 2017.
● Exposición individual en Centro Cultural Moncloa, Madrid, 2018.
Como vemos, a nuestro polifacético y prolífico pintor tampoco le será ajeno, entre sus múltiples facetas, el diseño de carteles. Recuerda especialmente la elaboración de tres carteles anunciadores de las Fiestas de Alcobendas en la década de 1980 – con los que consigue dos primeros premios y un segundo en años sucesivos – y también el que realiza para el III Trofeo Ibérico de Pesca de 1981, entre otros. En este caso será el propio D. Matías Prats Cañete quien le haga entrega de una placa.
En su afán de seguir creando, experimentando y aprendiendo, el pintor asiste a clases de modelado y a otras de grabado durante 5 años; paralelamente a su labor docente y a la organización y realización de exposiciones por toda la geografía española junto a los diferentes encargos que irá recibiendo. Entre los últimos, pueden destacarse algunos retratos que realiza a personas relevantes del panorama político, como es el caso del realizado a la ministra Dª. Rosa Aguilar, hoy en el edificio que alberga el Ministerio de Agricultura. Con todo, no sería la única vez que el pintor coincidiría con personalidades célebres debido a su trabajo. Llegaría a ser entrevistado por la periodista Dª. María Teresa Campos o el popular D. José María Carrascal con motivo de alguna de sus exposiciones.
Es en la década de los años noventa cuando empiece a experimentar y acercarse a distintas técnicas y formas de expresión que supondrán un cambio brusco en relación con lo realizado hasta el momento. Con ellas busca el disfrute y el juego mediante pinceladas que a veces denomina arrebatos, utilizando en ocasiones versiones de clásicos de la historia del arte universal, descomponiendo sus propias obras y utilizando materiales que antes serían impensables, como la lejía, las ceras y las tintas; o representando formas irreconocibles frente al realismo sereno y limpio de su tradicional estilo personal. Mientras nos muestra la multitud de objetos cerámicos realizados con diversas técnicas – rakú, barro refractario, mimbre de arcilla blanca, gres, esmaltado, cuerda seca, etc. – nos explica que estos ejercicios se integraban en la formación que recibían sus antiguos alumnos de bachillerato artístico de Alcobendas y que uno de los grupos organizaron un viaje desde exclusivamente para asistir a la exposición individual que realiza en Villa del Río en 2007, un detalle que recuerda con mucha satisfacción y de lo que conserva un álbum con fotografías que le regalaron como recuerdo y con cariño. Otro de los reconocimientos sin duda más importantes recibidos en su pueblo y por el que se siente agradecido, será sin duda, el merecido nombramiento como Hijo Predilecto de Villa del Río en 2014.
El artista confiesa sentirse satisfecho con sus obras, hasta el punto de haberle costado mucho esfuerzo deshacerse de ellas en más de una ocasión. D. Ángel Cabrera Polo crea, inventa, idea o diseña incluso en sus ratos libres. Allí donde ha habitado, lo ha vestido de óleos, barros, esculturas, carboncillos, muebles personalizados, vidrieras y azulejos, relieves, figuras, adornos o lámparas.
Recuerda que en su juventud era absolutamente incansable, que ha perdido tantas veces la noción del tiempo ante el lienzo que ha dejado atrás acciones corrientes y cotidianas a las que ahora aprecia y da valor. La satisfacción del trabajo artístico de alta calidad también conlleva haber pagado un precio muy alto en soledad.
Quizás a eso se deba el respeto que muestra ante la obra de todo artista, aunque destaca especialmente la de algunos pintores universales como el gran Velázquez, (1599 – 1660), El Bosco, (1450 – 1516), o Goya, (1746 – 1828). Aun así, y pese a encontrarse en un momento de descanso creativo, ha retratado en varias ocasiones a su hasta ahora única nieta de siete años Valeria Baró Cabrera, e incluso ha representado la imagen de su ecografía con esas técnicas novedosas que ha estado investigando en su etapa más reciente. Siente que es, desde hace casi dos décadas – y no antes -, cuando ha llegado el momento de este cambio, en el que ha surgido la necesidad de expresarse a través de un estilo novedoso que no ha forzado, que fluye de manera natural, y que disfruta de la misma manera.