En relación con la actividad artística y creativa de D. José Collado Córdoba, disponemos de los catálogos de exposiciones colectivas de las III, V y VIII Muestras Bienales de Arte de Villa del Río en las que ha estado presente, así como varios carteles que anuncian su participación, (como asistente u organizador), en numerosos eventos nacionales e internacionales de arte urbano y también de tatuaje.
Él mismo nos traslada – a través de una prolongada conversación y continuos contactos, como viene siendo habitual – que su actividad creativa es, con todo, frenética, fundamentalmente en la actualidad. Por habernos dedicado parte de su tiempo y haber colaborado y contribuido a hacer de este estudio un proyecto más completo, con el reflejo también de su buen hacer, le transmitimos nuestro sincero agradecimiento.
D. José Collado Córdoba nace el 10 de junio de 1983, siendo el mayor de tres hermanos fruto de la unión entre D. José y Dª. Ana María. Desarrolla su primera formación en el Colegio Poeta Molleja y la secundaria en el Instituto Nuestra Señora de la Estrella, aunque niega haberse interesado demasiado por superar las materias que se impartían entonces e incluso llegó a repetir curso en varias ocasiones.
Sentía, a menudo, la sensación de no encajar. Una especie de extraño aburrimiento. Nada tenía que ver aquello con lo que tendría la oportunidad de experimentar una vez decide marcharse años después; dejando atrás un lugar donde, a priori, parecían no existir demasiadas alternativas a las costumbres de ocio y cultura de siempre o, al menos, no parecían encajar con sus propias preferencias.
Pepito, como es conocido por la mayoría de sus paisanos, dará ya a los 12 años sus primeros pasos en ámbito laboral. Durante los veranos echaría una mano en el trabajo a uno de sus tíos, con el cobro de seguros; también a su padre, en sus tareas de decoración; a su madre, en la tienda de ropa que regentaba; incluso trabajó en una imprenta y en una de las numerosas fábricas de madera que conforman el entramado industrial villarrense. A pesar de ello, ni sus notas mejoraban ni se decidía por tomar ningún otro camino, aun presentando ya, de manera muy temprana, unas habilidades y cualidades más que considerables para el dibujo.
En el taller de su padre disponía de todo lo necesario para inventar y construir, y no eran pocos los momentos compartidos con el que sería testigo del disfrute que experimentaba con la actividad creativa. Su padre, interiorista formado en Madrid, que había pertenecido al círculo de amistades del pintor D. Pedro Bueno Villarejo en Villa del Río y a su círculo cultural de la capital, había procurado vestir las paredes de su vivienda familiar con multitud de obras pictóricas de artistas locales – del propio D. Pedro Bueno, D. Miguel Pérez Moreno, D. Juan de Dios Domínguez Ramos, D. Manuel Luna Alonso o D. Ángel Cabrera Polo, entre otros – ponía a disposición de Pepito su propio espacio y herramientas de trabajo, algo que el hijo recordará como tremendamente positivo a la hora de dar salida a toda la energía que se acumulaba dentro de sí como una bomba y que necesitaba explotar hacia afuera a modo de obra artística.
Ante la apatía y desinterés que dice haber sentido en su niñez y adolescencia sobre las posibilidades que podían brindársele en ese momento, D. José Collado Córdoba sintió por fin un gran estímulo en la actividad que desde hacía algunos años venían desarrollando otros jóvenes del pueblo, mayores que él, que practicaban graffiti y arte urbano. Por primera vez dejó de sentirse solitario y empezó a reconocerse en la forma de expresión que éstos llevaban a cabo. Al tratarse de arte urbano, los resultados no se quedaban en la intimidad de su estudio o en la casa de los amigos, sino que salían a la calle, ni los artistas necesitaban cumplir una serie de requisitos demasiadas veces relacionados con intereses comerciales, sino que se exponían a los demás, se mostraban abiertamente al viandante; que no necesitaría acudir a un museo o una galería para acceder a ellos. Era una forma nueva y atractiva de transmitir mensajes concretos o simplemente de expresarse, de lograr sacar esas creaciones y que llegaran a la gente sin intermediarios. Además, suponía la oportunidad de trabajar murales de grandes formatos, realizados en muchas de las ocasiones de manera colectiva; lo que permitía establecer relaciones y amistades con otros artistas, compartir descubrimientos, técnicas y materiales y nutrirse entre sí.
D. José Collado Córdoba recuerda el choque que, con 12 años, supuso ver por primera vez en acción a D. Javier Tarín Sánchez, D. Rafael Grande y D. Pedro Priego mientras realizaban un mural en plena calle. Recuerda que, tras aquella experiencia, quedó durante unos minutos en una especie de estado de shock. No era habitual, desde luego, encontrar un grupo así en un pueblo pequeño; en unos tiempos donde no existía tradición en el uso de esas técnicas ni en otras que no fueran las del óleo o la acuarela ni unos soportes que no fueran los del lienzo o la tabla y, mucho menos, en espacios que no fueran estudios o museos. Era, cuando menos, particular que se unieran para organizar salidas con el fin de expresarse de aquellos modos.
Pintar en los muros, en espacios públicos, en zonas abandonadas, no dejaba de ser una alternativa fuera de lo común e incluso temeraria, ya que la mayoría de las veces no se pedían permisos o se corría el riesgo de que se los considerarse poco menos que vándalos o delincuentes. Las únicas referencias que tenía sobre prácticas de ese tipo quizás fueran las noticias o reportajes de televisión que aludían a los movimientos urbanos de grafiteros neoyorkinos.
Enseguida pasó a formar parte del grupo de Villa del Río, suponiendo esta oportunidad un primer paso en el mundo del arte y de la expresión artística pública; y también una celebración para él, la de poder compartir inquietudes con otras personas que se encontraban en una misma onda intelectual. Así es cómo, al pintar con otros, aprende unas técnicas que, en el fondo, habían llegado a conocer también ellos de manera autodidacta, por experimentación, por intercambios directos con otros amigos y a través de lecturas especializadas o reportajes de televisión. Comenzaba entonces a tener claro que empezaba ahí una suerte de punto de inspiración que no había tenido oportunidad de sentir hasta el momento y que, sin duda, parecía estar necesitando. Es entonces cuando adopta varios pseudónimos – Guacha, Mío, Canijodeputa – hasta llegar al que utiliza actualmente para firmar su obras – como viene siendo común entre los artistas urbanos – que será el de Canijo Marciano.
A Pepito no le entusiasmaba la idea de asistir a los talleres o cursos de pintura tradicional que se venían impartiendo en el pueblo. Sin embargo, disfrutaba aprendiendo de D. Javier Tarín Sánchez, del que confiesa haber absorbido todo lo que pudo en los primeros momentos, artista que generosamente le ofrecía sus conocimientos; entre ellos varias técnicas que, tiempo después – cuenta con cierta gracia – sabrán que ya existían cuando ellos pensaban que se las estaban inventando.
Las dotes que D. José Collado Córdoba mostraba para la ilustración en aquel taller de su padre no pasaban inadvertidas al progenitor. Ese talento, que mostraba tímidamente al principio, a través de sus creaciones en pequeño formato y, de manera más evidente, con los tamaños grandes, podía suponer para su hijo la oportunidad de desarrollar una profesión relacionada con las artes. Será entonces cuando, vista su desorientación e indecisión a la hora de tomar un camino profesional, lo matricula sin previo aviso en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria de Córdoba y, prácticamente, lo obliga a asistir de un día para otro. Sin duda, sería ésta una decisión afortunada y un gesto que el artista agradecerá enormemente en la actualidad, hasta el punto haberse creado un fuerte vínculo entre ellos; valorando hoy que su padre supo ver su talento a tiempo de reconducirlo y que, tanto él como su madre, confiaran en sus posibilidades.
En 2002 se matricula en un Grado Medio de Escultura y Talla para posteriormente cursar un Grado Superior de Gráfica Publicitaria, que finaliza en 2006. En 2003 participa en un taller de Restauración en madera y dorado impartido por la Escuela Taller de la Diputación de Córdoba. Ésta sería una etapa de asombro, de abrir los ojos y la mente, de descubrimientos, de inspiración. Sería la primera vez que saliera de Villa del Río, una buena oportunidad – que aprovechó – de conocer a otras personas, de conocerse mucho mejor también él mismo y de desarrollarse en otros ambientes. Comenzó entonces el periodo de la primera independencia, el inicio de la forja de una autonomía propia y de asumir las responsabilidades que vendrían consecuentenemente. Un gran cambio, en definitiva, que fomentaría el encauzamiento de su talento para poder ir divisando unos objetivos cada vez más cercanos.
Recuerda con agrado sus primeros contactos en la Escuela de Artes con otros materiales, como el barro; y con otras disciplinas, como la escultura. Sin embargo, al contar con inquietudes de otro tipo, con la dificultad de no disponer de los materiales e instrumentos necesarios para ello y al no tener lo que considera una personalidad tranquila y paciente, indispensable para desarrollar con éxito estas tareas; opta por desarrollarse en otros ámbitos. Su forma de actuar, su nerviosismo, su necesidad de resultados inmediatos van más en consonancia con otro tipo de actividad plástica y con obras de otras características. D. José Collado Córdoba se considera una persona eléctrica y enérgica en busca de resultados inmediatos.
Tras su formación en Córdoba cursa una Diplomatura en Diseño Gráfico en la Escuela Superior de Artes y Diseño de Valencia; haciendo un inciso en su formación, en 2008, para trabajar en Madrid durante dos años – hasta 2010 – como diseñador gráfico en la productora de Telecinco: Mandarina. Le resultará ésta una experiencia enriquecedora y positiva, que le acercó a la realidad de una profesión en la que, finalmente, no encuentra posibilidades de desarrollarse desde el punto de vista artístico; por lo que decide no continuar por ese camino. Una vez finalizado su trabajo en Madrid, retoma la licenciatura y vuelve a Valencia para finalizar sus estudios en 2011. Ha sido esta etapa valenciana la que le ha brindado más oportunidades de practicar el graffiti, teniendo ya una amplia experiencia en ese campo gracias a su pertenencia al colectivo Vínculo de Villa del Río. Estaba teniendo la oportunidad de servir de canal de trasvase de formación e información, de técnicas novedosas y de noticias frescas sobre las últimas tendencias en la práctica del arte urbano a sus compañeros de Villa del Río, con los que también tuvo la ocasión de pintar por toda la geografía española y de ser coorganizador y partícipe de sus principales eventos. Será precisamente con motivo de la celebración de la Convención Europea de Arte Urbano POIN – uno de los eventos más multitudinarios de la localidad – que aproveche la ocasión para realizar el diseño completo de su imagen y presentarlo como proyecto de final de carrera. En Valencia formó parte de Wild Cans, un colectivo de amigos grafiteros, a los que considera también como su familia.
Una vez finaliza los estudios en Valencia decide trasladarse a Londres, como tantos otros jóvenes españoles, en busca de alguna salida laboral, aprovechando también que ya se habían instalado allí algunas de sus amistades. Empezará trabajando en un pub durante tres años hasta conseguir tener responsabilidades en la gerencia del mismo. Era un trabajo que le permitía sobrevivir y que no le disgustaba, aunque, eso sí, sin posibilidad de desarrollar la actividad creativa de manera continua para poder vivir de ello, que era para lo que realmente se había estado formando, ya que, aunque desempeñaría la profesión de diseñador freelance de manera intermitente, debía compaginarlo obligatoriamente con lo anterior.
Sus primeros contactos con el universo del tatuaje, tiempo después de llegar a Londres, tendrán lugar de manera fortuita. Será a través de un amigo y compañero de piso, el artista Eric Moreno, (nacido en Madrid en 1985), cuando tendrá la oportunidad de hacerse con los conocimientos básicos para poder dedicarse a ello. Todo surge, sin embargo, cuando a D. José Collado Córdoba le demandan el diseño de distintos motivos para que otros profesionales los tatuaran. El ánimo y sugerencias de su compañero supusieron un impulso para decidir ser él quien lo hiciera realizando sus propios diseños. Negarse a copiar motivos preexistentes para ofrecer originales le obligaba a dibujar todos los días, descartando el uso del ordenador y optando por métodos artesanales.
Nuestro artista realiza primero los bocetos a grafito para pasarlos a la piel después, radicando ahí gran parte de su mérito y la diferenciación del resto de profesionales del gremio. Haber realizado gran cantidad de ilustraciones durante toda su vida posibilitó que sus inicios en el tatuaje no fueran especialmente difíciles. Considera también que, durante el proceso de creación del boceto, mantiene una especie de comunicación íntima consigo mismo y es ésta la mejor parte del trabajo. Todos sus diseños parten de iconos reconocibles, figurativos y, aunque suele utilizar el mismo registro de motivos, todos son diferentes entre sí debido a las combinaciones que idea; que suele dotar también, en ocasiones, de determinado simbolismo relacionado con lo supraterrenal – a lo que en ocasiones parecen conducir las escaleras de determinados edificios de líneas cortantes y numerosos vanos -, lo erótico – representado por figuras femeninas de líneas sinuosas y bellos rostros -, los animales salvajes – normalmente felinos: tigres o panteras, fundamentalmente; pero también pájaros, prevaleciendo los cuervos, o flamencos – y dando especial relevancia a las manos como parte concreta y especial de la anatomía humana. El sincretismo de estos elementos, como decimos, será un recurso que aparece de manera constante en sus diseños e ilustraciones, pero también en sus obras de arte mural. Otro de los signos distintivos de este autor será el dominio de multitud de formatos, soportes, materiales y técnicas; siendo capaz de adaptarse sin problema a la mayoría, e igualmente reconocible en todas ellas por presentar ya un estilo propio. Está en condiciones de crear en cualquier soporte: en un muro, en papel, a través de medios tecnológicos o en la propia piel humana. Domina los grandes y los pequeños formatos. Practica técnicas puras o mixtas, más tradicionales o más novedosas, experimentando en alguna ocasión con la combinación de los elementos. Lo importante, confiesa, es contar con total libertad para hacer lo que considera que es lo más apropiado en cada momento y no verse obligado a dejarse llevar por las corrientes mayoritarias, sólo por serlo, o por las modas del momento.
En la actualidad, la técnica que más frecuenta es el grafito sobre papel – ya que los diseños previos a los tatuajes son artesanales y no digitales -, pero es común encontrar obra suya realizada con técnica mixta sobre lienzo o madera – utilizando sobre todo spray, óleo, acrílicos, rotuladores o acuarelas, entre otros -. En cuanto a la posible progresión de este estilo personal, considera que, en sus inicios, mostraba quizás una geometría más acusada y que abusaba de los contrastes que le ofrecía el blanco y negro, y que ahora todo se ha atenuado. Las formas se han suavizado y utiliza una amplia gama de colores, aunque pocas veces realistas. Es éste un mundo en el que los artistas se nutren de muchos referentes, no sólo a través del propio contacto e intercambio personal, sino a través también de las nuevas tecnologías. Internet y las redes sociales, como es natural, contribuyen enormemente a ello facilitando, también, el necesario proceso de documentación previa para estar al tanto de todo de lo que se está haciendo en el mismo plano a nivel mundial y estar así en condiciones de poder aportar novedades y avanzar en esa línea. Afirma que en el arte nada sale de la nada, todo lleva un cauce común. A veces sus combinaciones en forma de collages son el resultado de la mezcla de multitud de ideas extraídas de fuentes diversas. Aunque en todas ellas prevalece su gusto personal, el reconocerse en lo que hace con independencia de lo que pueda querer demandar el cliente es su máxima. Son los demás los que demandan sus creaciones y no al revés; siendo consciente, sin embargo, de lo afortunado que es al encajar generalmente con el gusto de sus clientes, hasta el punto de poder vivir de ello de manera holgada y teniendo posibilidad de hacerlo en distintos puntos del planeta.
D. José Collado Córdoba viaja constantemente. Sin embargo, ninguna de estas experiencias las considera especiales por los lugares en sí, sino más bien por el encuentro con sus amigos y compañeros de profesión. Esta forma de trabajar hace que no disponga de un taller fijo – a excepción del estudio que dispone en la vivienda que acaba de adquirir en su pueblo natal, que considera una especie de santuario – sino que dispone de un espacio propio en cada uno de los negocios a los que se desplaza para trabajar en distintas ciudades europeas. Hasta el momento, ha trabajado como tatuador a nivel nacional en estudios de Murcia, Valencia, Ibiza, Madrid, Barcelona, Córdoba, Sevilla o Málaga. En el extranjero, lo ha hecho en Londres – su actual ciudad de residencia -, Aberdeen, (Escocia), Copenhague, (Dinamarca), Berlín, (Alemania), Milán, (Italia), Chipre, y Ámsterdam, (Holanda). En algunos de estos lugares también ha realizado murales urbanos.
D. José Collado Córdoba se muestra un tanto reacio a definir o etiquetar su estilo. Con todo, lo describe como psicodélico, sintético, a veces geométrico y otras más gráfico. Sus técnicas las sitúa entre neotradicional y cercanas a newschool, consideradas algo antiguas en el mundo del tatuaje, pero con aires nuevos en los motivos.
Sus sensaciones en el pueblo ya no son las mismas de su infancia. Ahora le gusta volver y se siente muy cómodo haciendo vida en él cada vez que su trabajo se lo permite. Haciendo un recorrido imaginario por las calles de Villa del Río, rescata los lugares donde hay o ha habido – ya que, al tratarse de un arte efímero, en la mayoría de las ocasiones ha desaparecido tras cumplir su función – obra mural propia. De entre la multitud de proyectos en lo que se ha visto inmerso, se conservan en la actualidad – no sabemos si por mucho tiempo – un mural colectivo en la calle Mariana Pineda, Retrato de familia – fruto de la actividad 3daysnonstop de POIN – donde se representa una serie de personajes que conforman una particular familia de personajes superficiales y que popularmente se conoce como mural andaluz, debido al origen de sus autores: Sen y Neskita, de Málaga – del colectivo Bellybuttons -, Otes de Córdoba; y él y Tarónn, de Villa del Río. Él aportó la representación de un simio con actitud agresiva a la izquierda del personaje central. En la calle Prolongación de la Estación, aún se encuentra el mural Pájaro geométrico. En la calle Fuensanta se exhibía, hasta hace no mucho tiempo, un mural de grandes dimensiones representando un tigre, que considera una de sus mejores obras.
Su participación más reciente en un evento cultural de carácter local ha sido su presencia en la VIII Muestra Bienal de Arte de Villa del Río, donde ha presentado dos cuadros de mediano formato: Julie y Helldogs y un mural. Haciendo balance, considera que se siente muy cómodo en el camino emprendido en que vuelca todos sus esfuerzos, aunque no cree haber alcanzado aún el máximo nivel al que se podría aspirar. D. José Collado Córdoba no descarta, en un futuro, seguir los pasos de su padre en una profesión que, relacionada con el diseño, considera una ocupación interesante para la que se requiere también mucho talento.