Antes que artista, D. Francisco Pérez Daza podría considerarse un asistente de primer orden al espectáculo de la vida. La sensibilidad y la capacidad de percepción que muestra sobre determinados aspectos del mundo que nos rodea y, sobre todo, la profundidad con la que se cuestiona – y se responde – hace que su abanico de inquietudes se amplíe sobremanera.
Expresarse a través de la pintura supone una faceta más que, pese a su prolífica actividad y el reconocimiento que a nivel local ha conseguido hasta el momento, no considera la principal. Reconoce no haber dedicado a ello todos sus recursos, como sí lo haría con las labores de investigación histórico – arqueológicas que se han visto traducidas ya en numerosos artículos y monografías, y que han hecho que se le considere uno de los referentes en el conocimiento de la historia de Villa del Río. Su pasión por las sociedades humanas y por su actividad creativa le han animado a forjar una buena formación sobre estas cuestiones, casi siempre autodidacta, y también a cultivar ya a partir de edad adulta, la práctica pictórica y relivaria.
En el primero de los casos, se observa una predilección por la técnica tradicional del óleo sobre lienzo y temáticas populares; en el segundo, por técnicas propias y repertorios iconográficos inspirados en la Antigüedad clásica.
Una visualización general a la documentación recopilada sobre la trayectoria de D. Francisco Pérez Daza nos indica que su primera exhibición pictórica será de carácter colectivo y tendrá lugar en 1986 en la Galería Ateneo del Mesón los Gallos en Villa del Río, junto a D. Bartolomé Menor, D. Manuel Luna Alonso, D. Miguel Cachinero Muñoz, D. Juan de Dios Borrego López, D. Miguel Carlos Clémentson Lope y D. Gaspar Lora Barbado.
La siguiente, individual, tiene lugar en 1989 y contará con uno de los primeros textos alusivos a su obra que conservamos, en este caso, por parte del crítico de arte D. Francisco Zueras Torrens, que también aparecerá en los catálogos de exposiciones sucesivas. Zueras integra sus pinturas en la escuela de D. Pedro Bueno, describiéndolo como uno de los supremos ejemplos de vocación artística y apasionamiento por la pintura. También D. Miguel Carlos Clémentson dedicará a la muestra unas palabras en este caso. En 1996 se publica esta nota también en Revista de Feria de Villa del Río, llevando este número Aceñas en 1954 en portada, y en la que también D. Bartolomé Delgado Cerrillo le dedicará unos párrafos. Éste pondrá de manifiesto la estrecha unión del pintor con la tierra y los paisajes de su pueblo, así como su extraordinaria capacidad para apreciar todos sus colores y matices que pasarían desapercibidos para cualquiera. Con motivo de la exposición del año 2000 en la Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura en Villa del Río que llevaba por título Los paisajes de nuestra tierra, damos de nuevo con otra aportación de D. Bartolomé Delgado Cerrillo donde afirma la imposibilidad de ser turistas de paso en una obra cuyo interés es la profundidad de la naturaleza, la viveza y el sosiego natural que nos sitúan en un estado de comunicación con un entorno donde todo germina, brota y madura.
Hemos dado, además, con numerosos documentos de carácter audiovisual relacionados con su profusa actividad cultural en pro de la conservación y conocimiento del patrimonio histórico de la localidad y con motivo de los reconocimientos que en este y otros ámbitos se le han concedido. Destaca, entre ellos, el nombramiento de Hijo Adoptivo de Villa del Río en 2015, por lo que contamos con un texto elaborado por Dª. María de los Ángeles Clémentson en el que lleva a cabo una recopilación de gran parte de los datos que conforman su historia de vida. Los numerosos encuentros y las profundas conversaciones que hemos compartido con el autor nos han permitido, asimismo, completar la información que de su persona y creaciones artísticas disponíamos hasta el momento. Le transmitimos, por tanto, nuestro más sincero agradecimiento.
D. Francisco Pérez Daza nace el 29 mayo de 1941 en Fuente Vaqueros, Granada. Uno de los recuerdos más entrañables de su pueblo natal nos remite directamente a su abuela Antonia. Cuando la Alhambra era un lugar poco conocido y sin afluencia masiva de turistas, la abuela de D. Francisco lo coge de la mano y pasa el día con él viendo maravillas. Qué mejor lugar para quien puede captar la esencia de las cosas que aquel donde la belleza se abre paso a través de cada uno de los sentidos. Sería aquél el mejor regalo de primera comunión que pudiera haber podido imaginar. La casa de la abuela Antonia tenía un granero que resultaba ser el lugar más fresco de la casa en verano y donde a menudo la familia dormía la siesta. Allí, en alto, se disponían dos grandes óleos con temática religiosa, un Cristo y una Sagrada Familia que a D. Francisco – que durante mucho tiempo sería lo último que observaría antes de dormirse – se le quedaría grabado en la retina para el resto de su vida.
Sus padres, D. Eduardo y Dª. Antonia, deciden trasladarse a Villa del Río junto a Francisco en 1950 – cuando éste contaba con nueve años – y con su hermana, tres años más pequeña; debido a la ocupación de D. Eduardo que, estando relacionada con las técnicas de riego, encontraría mayor posibilidad de desarrollo en este destino. Llegaron a Villa del Río cuando, a mediados de siglo, se implanta en el campo el sistema de regadío; convirtiéndose poco después en un hervidero de familias de otros lugares de Andalucía e, incluso, en el primer pueblo de España en producción de algodón en 1958, según nos cuenta. Trabajará junto a su padre en la conocida como Vega de Armijo, y será precisamente durante las labores en el campo cuando por primera vez las sociedades pasadas a través de sus restos materiales se le presentan como un extraordinario misterio a resolver. Un tractor levanta lo que parecía pertenecer a una tumba de época romana, no cesando, desde entonces, su interés por la Historia y la Arqueología.
D. Francisco trabajaba de día en el campo y de noche recibía las enseñanzas de D. Manuel, ingeniero jubilado – de la Escuela de Ingenieros de Puertos, Caminos y Canales – que vivía en la fonda Rosita, aunque impartía las clases en la calle Caldereros número 41. Estaría asistiendo a sus clases durante cuatro años, de los quince a los diecinueve, gracias a lo que llegará a adquirir gran parte de los conocimientos sobre dibujo y otras disciplinas de que dispone en la actualidad.
En 1961 obtiene el título de delineante de construcción – expedido por el Instituto Americano y con buenas calificaciones -, para en 1962 ingresar como voluntario en el acuartelamiento de Automovilismo en Córdoba, donde desarrolla las competencias de delineante mecánico.
Una vez finalizado el servicio militar en 1963 – eran aquellos unos tiempos en los que se ponía comienzo así a una de las etapas principales en la vida del varón: la de la independencia del núcleo familiar y la aceptación de la propia autonomía y responsabilidad de los actos – se traslada a Francia, donde permanecerá un año trabajando en el sector de la decoración, considerando ésta una etapa fructífera también en lo personal. Posteriormente se traslada a San Sebastián, y con motivo de la realización de uno de los cursos de formación de su empresa viaja a Torrelavega, (Santander); lo que le permite realizar desde allí una visita a la Cueva de Altamira de mano de un buen conocedor de la zona, que supondrá una experiencia imborrable.
Aquí tendrá la oportunidad de ver las pinturas con la cercanía suficiente para apreciar cada detalle y de tenderse en el suelo con objeto de percibir la grandeza de esos vestigios, de lo que destaca especialmente el surco de barro que al fondo de la cueva había dejado con sus dedos alguno de nuestros antepasados.
En 1966 contrae matrimonio con Dª. Ana María – junto a la que tendrá cuatro hijos – para trasladarse a Madrid y volver a Villa del Río un año después -. Aquí trabajará como empleado en una gasolinera hasta su jubilación. Entre tanto, D. Francisco es operado en 1985 de una dolencia cardíaca y aprovechará su convalecencia para preparar su participación en la I Exposición Colectiva de Navidad de pintores villarrenses de 1986. Como apuntábamos al principio, no será hasta 1989 cuando exponga de manera individual y por primera vez en la Casa de la Cultura de Villa del Río, con obras trabajadas en óleo sobre lienzo representando paisajes, bodegones y figuras femeninas, gozando la muestra de un gran éxito de asistencia, crítica y venta. Ese mismo año logra además un Accésit en el Concurso local de pintura de Villa del Río.
En 1990 volverá a participar en una exposición colectiva celebrada en los Salones del Complejo Plumas Villa del Río, en este caso junto a obras de D. Pedro Bueno, D. Juan de Dios Domínguez Ramos, D. Miguel Cachinero Muñoz, D. Ángel Cabrera Polo, D. José Pvertas y D. Manuel Luna Alonso, titulada Expo – Río 90, compartiendo espacio con una amplia variedad productos de distintas empresas villarrenses. Las siguientes tendrán lugar en 1991, en el Palacio de Viana de Córdoba, con motivo de una muestra colectiva de pintores cordobeses y en 1992 en la Casa de la Cultura con otra centrada en obra de pintores villarrenses. En 1993 tendrá lugar la muestra en la Sala de Exposiciones Cajasur en la vecina localidad de Bujalance, (Córdoba), y finalmente, expondrá de manera individual en el año 2000 en Casa de la Cultura de Villa del Río, con un repertorio de óleos titulado Los paisajes de nuestra tierra.
Paralelamente a sus creaciones artísticas, seguirá llevando a cabo labores por la recuperación del patrimonio arqueológico de la localidad a la vez que investigando sobre ello. A partir de 1995 lidera, junto a un colectivo de aficionados, el proyecto de donación de los hallazgos arqueológicos fortuitos del territorio e inmediaciones que pasarían después a nutrir una sala expositiva. Esta sala se ubicaría en origen en una de las torres del castillo de la localidad, constituyendo posteriormente el germen de la actual sala de arqueología del Museo Histórico Municipal Casa de las Cadenas en 1996 – año desde el que es su director -. En la entrada de dicho espacio, el ayuntamiento, en 2007, – con la aprobación del Pleno Municipal – dispondrá una placa donde reza: UBI HUMILITAS, IBI SAPIENTIA. En reconocimiento a D. Francisco Pérez Daza por su labor como investigador y por su desinteresado e inestimable trabajo al frente del Museo Histórico – Municipal de Villa del Río.
Sobre la creación del museo, la historia de las piezas, así como la de las tradiciones y festividades locales versará la mayor parte de los escritos con los que colabora en la Revista de Feria y en la Revista de Nuestra Señora de la Estrella de Villa del Río.
Su labor investigadora se verá reflejada, sobre todo, en la publicación de las monografías que llevan por título: Reflexiones sobre la historia antigua de Villa del Río, (1999), Aldea del Río, de los orígenes a la época bajomedieval, (2005), o la que está en proceso de finalización: Nuevas aportaciones histórico – arqueológicas de la comarca villarrense y zonas de influencia, además de una veintena de artículos revistas científicas de alto nivel, tanto en solitario como acompañado de arqueólogos y expertos de la talla de D. Armin U. Stylow, (nacido en 1941), D. Fernando Quesada Sanz o D. José Antonio Morena López.
D. Francisco Pérez Daza es un gran conocedor del territorio local y también peninsular, ya que ha viajado por gran parte de su geografía. Sin embargo, el viaje que más ha nutrido su código de imágenes será, sin duda, la aventura que emprende en 1998 en busca de la ciudad eterna, Roma. Destaca las sensaciones recibidas en Ostia y nos describe las inquietudes que le llevaron a querer conocer de primera mano el lugar adonde llegaban los productos de la Bética, las características del Monte Testaccio o la de los vasos de Vicarello. Ocho días en los que empleó quince horas ininterrumpidas en conocer hasta el último rincón de Roma y Florencia acompañado de su sobrino Enrique, que realizaba allí una estancia de formación.
No es de extrañar, por tanto, que su participación en las sucesivas Muestras Bienales de Arte de Villa del Río – proyecto del que también fuera precursor junto a otros pintores locales y que se viene desarrollando desde 2003 hasta la actualidad haya versado sobre temática clásica grecorromana, convirtiéndose ésta en su aporte más personal e identitario. Para ello ha decidido trabajar una técnica novedosa y servirse de relieves policromados que describe de la siguiente manera: …(la creación de esta obra) me permite profundizar en el lenguaje de las formas y en el tratamiento de la materia escultórica. Siguiendo mis preferencias, escojo siempre versiones idealizadas que beben de la escultura clásica, son figuras de solemnidad extrema y actitud reposada. Estas formas representativas existen desde los principios de las manifestaciones artísticas, desde las cuevas del Neolítico. Entre sus obras escultóricas destacamos Cabeza de guerrero, Diosa Artemisa, Caballo de Troya o Tarpeya. De esta última nos cuenta que …traicionó a su padre, (el gobernador), y a su pueblo al abrir las puertas de la muralla de la ciudadela de la colina Capitolina, para facilitar el paso de las tropas enemigas. Dicen, que a cambio de su traición pidió a los sabinos que le dieran aquello que traían en sus brazos. Pensando que obtendría brazaletes de oro, Tarpeya fue golpeada por los escudos de los sabinos, pues los llevaban en sus brazos, y arrojada al vacío desde la cima de la colina, por lo que a partir de entonces recibió su nombre. La roca Tarpeya es uno de los símbolos míticos de la historia de Roma, que encarna a la perfección el trato duro e inmisericorde que se dispensaba a los traidores.
Los trabajos con que el autor ha ido contribuyendo al desarrollo del ámbito cultural local a lo largo de décadas en Villa del Río ha sido, sobre todo, heterogéneo. No en vano, ha recibido, como introducíamos al principio, el nombramiento de Hijo Adoptivo en febrero de 2015. Entre sus aportaciones destacan sus constantes esfuerzos en pro de la defensa y recuperación del puente romano de Villa del Río – desde mediados de la década de 1990 hasta la actualidad – o su constante disponibilidad para desempeñar las funciones de jurado en la festividad de las Cruces de Mayo, en el Concurso local de Patios y Balcones, o en el de Carretas y Carrozas de San Isidro Labrador.
Incluso cuando surgen nuevas iniciativas locales en las que sus conocimientos y experiencia resultan primordiales, como sería el caso del proyecto de teatralización de un determinado episodio histórico de la localidad. Esta actividad tiene lugar en 2015, sin precedentes en Villa del Río, y llevó por título La Conquista de Carit Guad donde se puso en valor y se acercó a la ciudadanía villarrense el período en el que acontece la Conquista cristiana de los territorios, con una motivación didáctica y con proyección turística. Colaboró no solo en la supervisión del guión teatral y la indumentaria de los distintos personajes, sino que aportó la imagen de una de sus obras, Fernando III cruza el Arroyo Salado, (Conquista de Carit Guad) – donde cada personaje lleva un estudiado atuendo – para el cartel anunciador.
En este mismo año de 2015 tiene lugar la VII Muestra Bienal de Arte en el municipio, en la que lleva a cabo una selección de óleos con temática paisajística, concretamente centrada en el río Guadalquivir y expresará que al pintar un paisaje, el pintor desmenuza los elementos, y los despoja de toda arquitectura innecesaria. Lo estira cuando es necesario y lo recoge cuando el poema lo precisa, apareciendo como una puerta abierta, una entrada a lo visual, a la percepción sensorial como parte de un intento por congelar el mundo que le rodea y que pretende devolvernos en ese estado de transparencia. Dota a ese espacio de relieve ante nuestros ojos, le quita ese estado plano, y es ahí donde surgen esos instantes que nos dicen que el paisaje no es tan solo una simple referencia visual o física: el paisaje no es solo un tema, es una técnica, un método para medir, es un diálogo fluido con la naturaleza desde una perspectiva en la que tiende a que esa intimidad, mostrada como un sello personal, cobre una fuerza, una proyección hacia lo universal.
D. Francisco Pérez Daza reflexiona a menudo desde la intimidad de su estudio sobre las miles y miles de pisadas que ha desplegado por todo el territorio y que lo han convertido en uno de los mejores conocedores de la zona. Esto ha posibilitado que sea uno de los pocos lugareños capaces de mostrar a los demás rincones tan emblemáticos para sus gentes, y a veces tan desconocidos, como el mítico Árbol del amor, el Castillo de la Aragonesa o la Fuente del Granadillo. Por ello y por todo lo anteriormente expuesto, por haber contribuido a conservar, proteger, difundir y enriquecer el patrimonio histórico y cultural de la localidad, a través fundamentalmente de sus acciones reivindicativas y sus publicaciones divulgativas y científicas, recibe en octubre de 2016 uno de los reconocimientos que más lo llenan de orgullo: la Mención Especial de los Premios de Arqueología Sísifo de la Universidad de Córdoba, siendo nombrado, además, Socio de Honor de la Asociación Arqueología Somos Todos.
Gran pensador sobre todo lo que le rodea, ha dedicado mucho tiempo a encontrar respuestas a las múltiples preguntas que lo abordan constantemente y sobre una extensa variedad de temas, entre los que la espiritualidad y la religiosidad han ocupado también un lugar importante y cómo no, las expresiones artísticas que considera una necesidad que ha tenido el ser humano desde sus orígenes, una especie de obligación involuntaria de dotar de armonía todo aquello que le rodea, dando especial importancia a la belleza de entre todas las cualidades estéticas. En terreno pictórico, confiesa admirar la obra de los impresionistas, de Tiziano, (1490 – 1576), Velázquez, (1599 – 1660), Murillo, (1617 – 1682), Goya, (1746 – 1828), D. Eduardo Rosales Gallina, (1836 – 1873), D. Mariano Fortuny y Marsal, (1838 – 1874), o Sorolla, (1863 – 1923), entre tantos otros que vienen a su mente.
Su más reciente contribución ha sido para la VIII Muestra Bienal de Arte del presente año 2017, con una serie de óleos que representan una visión de las Aceñas en determinados periodos de la historia. Sin contar con las aportaciones que realiza para estas muestras, D. Francisco Pérez Daza no ha vuelto a organizar exhibición alguna desde el año 2000 y tampoco nos transmite el autor una intención más allá de seguir creando para regalar a los suyos. Con todo, no podemos obviar su contribución a la vida cultural e intelectual de la localidad, con la creación también de una obra genuina y personal surgida de una gran curiosidad, sensibilidad y un trabajo altruista y generoso e inquieto que no puede más que reconocerse por parte de sus paisanos.