Edad Antigua

Algunos investigadores han situado Ripa, oppidum del Conventus Cordubensis , citado por Plinio (Naturalis Historia, III,10), en Villa del Río o en sus inmediaciones, ya que dicha población se encontraba entre Obuldo (Porcuna) y Épora (Montoro); pero no existen fuente epigráficas ni arqueológicas que permitan mantener tal afirmación.

Según Ramírez de Arellano, se encontraron restos romanos en el cortijo de Huecha y en Monte Real, que probablemente pertenecerían a la villa de la zona.

Por el término de Villa del Río discurrían en época romana la Vía Augusta; la calzada penetraba en la provincia de Córdoba por el puente romano situado sobre el arroyo Salado de Porcuna y se encaminaba a Villa del Río bordeando a la N-IV, cruzaba la población y continúa su recorrido hacia Épora paralela a la línea del ferrocarril.

El puente de Villa del Río se compone de cuatro arcos y dos aliviaderos; presenta al exterior sillares almohadillados y su perfil es alomado. En él encontramos dos peculiaridades constructivas: las dovelas se presentan engatilladas, para aumentar la solidez de los arcos, y dos de los arcos mayores se apoyan o descansan sobre los aliviaderos. Para C. Fernández Casado, el puente es de época republicana, mientras que A. García Bellido lo fecha en el reinado de Augusto (ver arqueología).

Edad Media

La identificación llevada a cabo por M. Nieto Cumplido de los distintos topónimos que esta localidad cordobesa tuvo durante la época bajo medieval -Aldea de Orabuena, desde su conquista por las tropas de Fernando III hasta la segunda mitad del siglo XVII- ha permitido conocer sus raíces históricas. Los datos aportados por este autor, a los que hacemos referencia, no coinciden en absoluto con lo que tradicionalmente – como podemos observar en L. M. Ramírez y de las Casas Deza- se venían indicando sobre la historia medieval de esta villa.

Sus tierras, que formó parte de la corona de Córdoba durante la dominación musulmana, serían incorporadas a territorio cristiano probablemente antes que la propia ciudad de Córdoba, (1236), dada la importante situación estratégica que tenían para la comunicación en el Reino de Jaén, desde donde partieron las tropas castellano leonesas para la conquista de la capital. El primer testimonio documental sobre Aldea de Orabuena – que no aparece en las crónicas que hacen referencia a la conquista de diversas localidades cordobesas por los cristianos – es de abril de 1260, y en él se recoge en la delimitación del término de su feligresía realizada por el obispo de Córdoba, Fernando de Mesa. para esta fecha habría finalizado el poblamiento de su término, que probablemente se llevaría cabo entre los años 1237 a 1251, no habiendo permanecido en él después de su conquista población musulmana alguna.

Esta localidad, la primera que el viajero se encontraba viniendo desde Castilla por el puerto del Muradal, perteneció desde su conquista a la jurisdicción del consejo de Córdoba. Poseía su propio consejo y término, que se encontraba rodeado por los de Montoro- teniendo como limite entre ambos el arroyo de Cañetejo- y Bujalance. En 1274 se había delimitado también su término con el antiguo Reino de Jaén y los territorios de la orden militar de Calatrava. En sus tierras, dada la reducida dimensión del mismo, abundaba más la pequeña propiedad que el latifundio. Sus vecinos se dedican preferentemente al cultivo de cereales y viñas en los siglos XIII y XIV, constatándose en él, la presencia de olivares y almendrales para el XV de. Existen igualmente industrias subsidiarias de los productos agrícolas, bodegas, aceñas y molinos. El consejo poseía también una dehesa para pastos.

En la segunda mitad del siglo XV miembros de dos familias cordobesas, pertenecientes a las casas de Aguilar y Montemayor, tenían propiedades en el término de Aldea del Río. Es precisamente en estos años, con motivo del rápido proceso de señalización de la zona debido a la guerra civil entre Enrique IV y el infante don Alfonso ( 1465 – 68), cuando la localidad y se desvinculó del consejo de Córdoba y se convirtió en señorío de Fernán Pérez de Montemayor, el hermano del señor de Montemayor y Alcaudete, en 1469. Posteriormente, por acuerdo entre el monarca, el consejo Cordobés y la nobleza local, se estipula la devolución de la Villa y el derribo de su castillo, fortaleza que probablemente tuvo sus orígenes en época musulmana o los primeros años de predominio cristiano. Pero dicha destrucción no se llevará a cabo, ya que en la década de los treinta del siglo XVI, cuando está población tenía 88 vecinos, se construyen – como ha veremos a continuación -, la iglesia parroquial aprovechando dicha fortaleza.

(JMEC)

Edad Moderna

Durante la época moderna, Aldea del Río continúa dependiendo del cabildo Cordobés, el cual vuelve a intervenir, como anteriormente, en el consejo reservándose casi la totalidad de las funciones del mismo, tales como el orden público, los asuntos judiciales, el cobro de los tributos y la obediencia a los oficiales cordobeses, o podemos comprobar por el cabildo celebrado en Córdoba el 13 de enero de 1559, en el que se sortean los oficios concejales de, entre otras, Aldea del Río.

Córdoba ostenta la propiedad del castillo de la villa, y, seguramente abrigando el deseo de que éste no fuese demolido, como tantos otros, solicitó a Carlos V que la facultase para transformarle en iglesia parroquial del pueblo. El emperador accedió, y el 18 de abril de 1531 extendió una provisión por la que permite que se obre de acuerdo con la solicitud expresada. Grande sería el deseo y sumario la celeridad que se dieron, pues en 1537 se culminó la transformación, cuyas obras fueron dirigidas por el entonces maestro mayor del obispado de Córdoba, Fernando Ruiz I.

Los libros parroquiales se comienzan a llevar a partir de la segunda mitad del siglo XVI, siendo la fecha de los primeros registros un bautizo el 15 de septiembre de 1554 y un matrimonio el 26 de septiembre de 1572. Por constituir el primer núcleo de población Cordobés llegando de la provincia de Jaén, en el se pagaba en el portazgo de los pinos que, descendiendo por el Guadalquivir, se transportaban a Córdoba. Los derechos de la Real Corona de nombrar los oficios concejiles, así como los de la Santa Hermandad, están enajenados durante el siglo XVIII en favor del Marqués de Guadalcazar, quien elige una de entre las dos personas que, por cada oficio, le presenta la Villa.

En el gran auge de la población se produce desde la 2ª mitad del siglo XVIII hasta la 1ª del siglo XIX, pues de 1464 habitantes pasará a 4350, lo que supone triplicarlos, hecho que se corresponde con el número de casas habitables, ya que de 262 que contaba en la 1ª fecha llega a 794 en el siglo XIX. Este incremento es consecuencia de la riqueza subsiguiente a las explotaciones olivareras, cerealistas y sederas, así como a los telares y a la industria de fabricación de paños. Cuenta en el siglo XVIII, 8 almazaras y 5 bodegas para almacenamiento de aceite, con una capacidad total de 4750 arrobas. Posee una aceña y un batán, y se producen 1.380 kg. de seda al año. Existen 14 dueños de telares y 50 fabricantes de paños, amén de 26 arrieros, de los que seis se dedica al transporte de las telas fabricadas en la villa, cosas que no se indica la importancia y volumen de exportación de paños a otros lugares.

(MVR)

Edad Contemporánea

La estratégica situación y la facilidad de sus comunicaciones apenas afectaron la economía local de Villa del Río durante el siglo XIX. Solamente una pequeña pero floreciente industria de transformación agrícola minimizó, desde mediados del ochocientos, la dependencia económica de las localidad hacia las actividades agropecuarias. Consecuentemente, la producción olivarera y cerealista y las hortalizas concentra la mayor parte de los esfuerzos productivos por esos años. Tamaña dependencia de la agrícola hizo posible que en frecuentes ocasiones las pérdidas de cultivo determinasen crisis sociales y demográficas; incluso en fecha tan tardía como 1905, tal imputación puede ser afirmada sin temor a equívocos.

La población ribereña del Guadalquivir los propagandistas del movimiento anárquico sindicalista tuvieron especial predominio, sobre todo el líder Tomás Martínez, al que hay que significar como uno de los impulsores de la Sociedad Local Fraternidad Obrera. Quizás por ello, la Federación Católica de Sindicatos tuvo tan escasa participación que entre los campesinos y jornaleros de Villa del Río. El otoño del año 1919 fue uno de los que más exaltación social manifestaron, sobre todo durante las frecuentes huelgas agrarias a que fueron convocados los villarenses.

La estratégica situación de Villa del Río en pleno valle del Guadalquivir a las puertas de Córdoba le otorgó protagonismo durante nuestra última guerra civil (1936 – 1939). Inicialmente, la influencia de las milicias jiennenses posibilitó que la localidad se mantuviera leal al bando republicano y que sus fuerzas de la Guardia Civil -por lo común, en las principales protagonistas de la insurrección nacionalista en la provincia cordobesa- fuesen prontamente trasladadas a la vecina provincia de Jaén. Como en cualquier guerra fratricida, también aquí la animadversión mutua de los seguidores de ambos bandos demostró, en ocasiones, cual deshabitadas llegaron a encontrarse la fraternidad y la comprensión.

(FLM)